Entrevista con Alan Moore
Una entrevista inédita donde habla sobre su relación con la magia, las drogas psicodélicas, los fantasmas y nos cuenta la escalofriante despedida de su amigo Steve Moore (Mayo/Junio, 2025)
Con motivo de la publicación de nuestro libro Occulture. Alan Moore: Más Allá del Velo, Manu Gutiérrez y yo nos planteamos hacerle una entrevista al maestro. Intentamos ponernos en contacto con él por todos los medios conocidos en el mundo moderno para ponerse en contacto con alguien. A través de su editor, de antiguos colaboradores y amigos, correos electrónicos, alguna llamada de teléfono. Sin éxito.
Así que, Manu y yo nos dijimos,… bueno, si los medios del mundo moderno no funcionan con él, por qué no tratar los medios que funcionaban en el mundo antiguo. Tratándose de Moore. Qué podíamos perder? Si a Promethea le funcionaron, por qué a nosotros no? Así que, dicho y hecho, nos pusimos manos a la obra y…
Le escribimos una carta. Como las de antes. La doblamos, la metimos en un sobre y se la mandamos por correo. La recibió. Nos contestó muy amablemente. Pasados los meses le enviamos el libro que escribí y Manu dibujó y Marmotilla Ediciones editó y Alan nos contestó diciendo que, aunque no entiende ni palabra de español, le parece muy bonito y que mientras espera que algún día alguien lo traduzca al inglés, si es que alguien se anima a traducirlo (sé de alguien que está animado ya) y alguna editorial a publicarlo (esto aún no), estaría encantado a una entrevista que habíamos preparado Manu, Javi Mora y servidor, cuyas preguntas respondió de puño y letra sobre su escritorio en su casa de Northampton unas semanas antes del solsticio de verano de 2025.
Has hablado mucho sobre cómo la magia ha afectado a tu proceso creativo, pero ¿podrías ponernos algún ejemplo concreto?
Mis procesos mágicos y mis procesos creativos son prácticamente la misma cosa, pero yo creo que un buen ejemplo concreto del efecto que tiene la magia sobre mi trabajo puede ser el número 32 de la serie Promethea. Aunque he retirado mi nombre de este título, como de casi todos los cómics en los que he trabajado, probablemente sea una de las piezas más sofisticadas, desde el punto de vista formal, que jamás he realizado. Tuvo su origen una noche después de que concluyera un trabajo mágico especialmente intenso que llevé a cabo con mi amigo y mentor, el finado Steve Moore. Estaba sentado solo después de que Steve se hubiera retirado y sentí una convicción muy fuerte de que el último número de Promethea sería el 32, un tebeo de 32 páginas que podría leerse como cualquier otro, pero que, de alguna manera, se transformaría en una pareja de posters psicodélicos que, dentro de la experiencia lectora, tendrían cierta función narrativa. Tomé esta convicción como si fueran instrucciones precisas que emanaban de un poder superior a mí (aunque, luego, ese poder resultase que era una parte inaccesible de mi mente subconsciente) y, después, me encargué personalmente de anunciar pertinentemente mis intenciones a mis editores y a algunos sectores del medio del cómic.
Cuando me puse manos a la obra y, con la ayuda de Steve, intenté ver cómo podía llevar a cabo lo que me había propuesto, al principio me pareció de todo punto imposible: habíamos doblado un folio en treinta y dos “páginas”, que habíamos numerado luego para indicar el orden de paginación en la versión plegada del cómic. Pero, al desplegarlo, lo que pasaba era que el orden de las páginas resultaba muy diferente al que habíamos esperado: algunas estaban boca abajo y otras que se suponía debían ser adyacentes ocupaban extremos opuestos del poster. No veíamos cómo esta estructura podía servir de soporte para una narración continua y, por añadidura, estaba la dificultad de hacer estas páginas visualmente inteligibles sin dejar de formar parte de las imágenes grandes de los posters. No parecía que ninguno de estos problemas fuera a tener solución y lo más sensato hubiera sido anunciar un cambio de plan para ese último número, o a lo mejor haber fingido mi propia muerte y asumido una nueva identidad. Sin embargo, yo tenía la convicción irracional de que había recibido instrucciones precisas de los dioses y de que, si eso era cierto, ¿por qué iban los dioses a pedirle a alguien que hiciese algo que sabían que no podía hacerse? Con mi entusiasmo reavivado por este pensamiento, reconsideré los dos problemas principales y me parecieron simplemente muy difíciles de resolver, más que imposibles. El problema narrativo podía solucionarse inventando una especie de monólogo multivalente, cuyas secciones estuvieran conectadas sin costuras y, de forma lógica, con más de un pasaje a la vez. La solución del problema visual podía consistir en delinear la acción narrativa con una línea dorada muy fina, visible y coherente cuando se leyera como un cómic, pero que se disolviera en una filigrana ornamental cuando el cómic se abriese en forma de póster. Las imágenes de los posters (dos retratos de la protagonista representados de diferentes modos) podrían conseguirse con una técnica impresionista que mostrara claramente dos imágenes al contemplarlos, pero que se disolvieran en un fondo psicodélico de manchas al leerlas como cómic. Ni estoy seguro de que esta dualidad tan coherente haya sido lograda antes en ningún otro medio.
A lo que voy es que si no hubiese creído firmemente en mis principios mágicos, hubiera tirado esta idea tan bonita a la basura de las imposibilidades. De hecho, me gustaría ver a cualquiera culminando tal hazaña creativa sin un sistema de creencias parecido, lo cual parece indicar que, a veces, se consiguen resultados bastante beneficiosos cuando uno acata las instrucciones de los dioses, independientemente de que estén realmente ahí o no. Básicamente, la magia preña cada aspecto de mi vida y de mis procesos creativos, pero, probablemente, el que acabo de mencionar es el ejemplo práctico más concreto que se me ocurre.
Esta tensión entre lo narrativo y lo simultáneo es algo a lo que has recurrido antes. Tus cómics no son solo secuencias que se leen, a veces las viñetas forman diseños a nivel de página, o incluso de un orden superior, como ocurre en el 32 de Promethea. Aparte de esta atención que pones a la naturaleza panóptica del cómic, ¿hay algún otro tipo de recursos formales que crees que sean importantes que los artistas y los escritores usen si quieren explorar todo el potencial que tienen los cómics?
Bueno, llevo unos años tratando de desentenderme del mundo de los cómics, pero el único consejo que puedo ofrecer, para cualquier medio, es mirar con detenimiento lo que hacían los grandes talentos del presente y del pasado. Estudiar su trabajo, prestar atención a sus técnicas innovadoras, a sus recursos y a las manipulaciones formales que se les ocurrían, y entonces, discurrir sobre cómo y por qué funcionaban estas ideas, así como las estructuras conceptuales que las sostenían. Una vez que hayas conseguido hacer esto, usa lo que hayas aprendido para inventar nuevas formas y recursos propios. Un ejemplo: si te fijas en la magistral parodia de Superman que hizo Harvey Kurtzman en MAD Comics, Superduperman, está claro que lo que Kurtzman pretendió fue coger un personaje popular del absurdo mundo de los cómics de superhéroes para llevarlo un poco más cerca del mundo en que vivimos al referenciar, en la historia que contaba, la batalla legal que estaba teniendo lugar entre los editores de Superman y los de su rival en ventas, el Capitán Marvel. Kurztman lo hizo un poco para burlarse y, la verdad, es que le funcionó de maravilla. Lo que se me ocurre es que, tal vez, pudo hacerlo también para conseguir un efecto dramático consiguiendo que los gags visuales con los que Kurtzman y los artistas con los que colaboraba solían saturar maníacamente los fondos pudieran constituir también detalles secundarios o simbólicos que, en cierto modo, ayudaran dramáticamente a la historia. Y, partiendo de esto como estructura estética sobre la que levantar una obra, empecé a crear ciertos recursos narrativos propios, algunos de los cuales no habían sido inventados ni por Kurtzman ni por Will Eisner. Este es el proceso que me llevó a Watchmen.
¿Cuándo empezó a influir la magia en tu proceso creativo?
En retrospectiva, puedo ver cómo la magia ha influido en mi vida desde mi niñez, pero si a lo que nos referimos es cuándo la magia empezó a dirigir conscientemente mis procesos creativos, eso fue después de mi cuadragésimo cumpleaños, en 1993, cuando, con la discreción de un borracho, anuncié que había decidido convertirme en mago practicante. Después me vi obligado a vivir a la altura de ese alarde de beodo. Era eso, o que me tomaran por estúpido.
¿Qué tipo de estructura mágica funciona para ti? ¿Hay algunos modelos que repitas o que adaptes según el trabajo que tengas entre manos?
Estoy seguro de que repito algunas estructuras en mi trabajo, aunque intento no hacerlo. Mi estructura favorita, cuando hago magia o cuando escribo, es una en la que no haya pensado antes, que posea nuevas y excitantes cualidades, como la que os detallaba en la respuesta a vuestra primera pregunta. Dicho esto, con seguridad no se me ocurriría volver a utilizar una estructura exitosa como esta porque no tendría sentido repetirla, y también porque fue diseñada exclusivamente para un trabajo específico en un momento específico. Cada nuevo trabajo se merece su estructura pensada a medida, y aunque no siempre consiga dar con ella tan bien como quisiera, creo que permanecer fiel a ese principio general de dar forma a cada nuevo trabajo desde cero es lo que me da seguridad en el progreso de mi producción, si no a pasos agigantados, por lo menos sí poco a poco.
¿Es posible la escritura sin símbolo?
Sí, creo que en verdad es posible crear una narración sin ningún tipo de simbolismo significativo y, de hecho, hubo muchos escritores áticos [se refiere a autores como Sófocles o Herodoto, no a los escritores del llamado estilo “aticista”] que, por lo visto, consideraban el uso de símbolos como un refinamiento innecesario. Por lo que a mí respecta, prefiero usar todos los recursos que las escritoras tienen en su repertorio y no se me ocurre ningún razón por la que debiera renunciar a un instrumento tan poderoso como el simbolismo. Después de todo, siendo lo Real incognoscible por definición, y lo Imaginario un reconfortante sustituto, es solo a través de lo Simbólico que podemos aproximarnos más a la realidad. Aunque, por supuesto, a veces, un cigarro es solo un cigarro.
Aparte de la escritura, ¿hay algún otro tipo de magia que te gustaría explorar?
Cuando empecé a practicar magia, experimenté con una variedad de sistemas diferentes como el tarot, la cábala, el sistema enoquiano de John Dee, además de técnicas como el tablero ouija o la psicogeografía. Algunas siguen en mi repertorio, mientras que otras las he descartado; unas por ser potentes pero poco fiables, como la ouija, otras porque, a pesar de ser profundas y fiables, son demasiado vastas para poder dedicarles todos los años de estudio que claramente merecen, como el sistema enoquiano. Lo que ocurre es que, desde el principio, todas mis empresas mágicas han tenido como propósito ser reveladas en público, bien como un texto publicado, bien como una performance multimedia, o como películas o grabaciones, lo cual supongo que son diferentes aplicaciones o clases de magia. En los tiempos que corren, no obstante, con una movilidad menguante y cada vez menos tolerancia por los roles de figura pública, estoy totalmente centrado en la escritura: la primera tecnología, aquella que hace que la magia y el resto de tecnologías sean posibles. Lo cual no quiere decir que no haga alguna lectura de tarot aquí y allí, u ofrezca consejo cabalístico a amigos y familia, pero desde mi punto de vista, no hay nada en el universo concebible que no pueda ser contenido en el par de docenas de garabatos de que se compone un alfabeto típico.
¿Dirías que cualquier forma de arte nace de la magia?
Sí. Específicamente: la escritura, la pintura, la música, la danza, la actuación y las artes performativas, todas ellas emergen del chamanismo paleolítico, y si estás dispuesto a aceptar el cine como una forma tecnológicamente enriquecida de pintura o teatro, entonces podríamos decir que las películas vienen también de ahí.
¿Podrías explicarnos de dónde viene la fascinación que sientes por Asmodeo?
He encontrado referencias a Asmodeo o a Asmoday en poemas que escribía cuando era adolescente, así que imagino que su nombre me interesaba ya desde hacía tiempo. En cuanto a sus apariciones en mi trabajo reciente, en concreto en la primera grabación de La Serpiente y la Luna [se refiere a “The Moon and Serpent Grand Egyptian Theatre of Marvels”, con David J. y Tim Perkins, 1996] y en las muchas, muchísimas páginas de Jerusalén, se deben meramente a que de las seis docenas de espíritus goéticos identificados en La llave menor de Salomón, Asmodeo es el único al que he sido formalmente presentado, y el único con el que tengo recuerdo de haber salido por ahí y tenido largas conversaciones.
Alguna vez has comentado que, durante tu encuentro con Asmodeo, experimentaste pasado, presente y futuro de manera simultánea, pero que esta misma concepción del tiempo ya se encuentra en alguna de tus obras antes de este encuentro. ¿Le has encontrado algún sentido a esto?
Mi encuentro con Asmodeo tuvo lugar en febrero de 1994, mientras que mi experiencia de simultaneidad temporal ocurrió durante mi iniciación a la magia, con Steve Moore en Shooters Hill, la noche del 6 de enero de ese mismo año. Esta fue la primera vez que viví en mi propia carne algo que, hasta entonces, no había sido más que una vaga conjetura intelectual que me había servido como filigrana literaria en alguna historia, como, por ejemplo, en Watchmen o alguna de las historias cortas que escribí para 2000AD durante los comienzos de mi carrera. Por lo que recuerdo, las primeras insinuaciones de esta idea tuvieron lugar durante mi niñez, al asomarme a las antiguas fotografías victorianas de parientes sin nombre: viejos señores sentados en bancos bañados por el sol, observando entretenidos, o con desconfianza, el ignoto aparato cuyo objetivo apuntaban hacia su cara… y yo me preguntaba, un poco tontamente, si acaso esa gente sabía que estaba muerta o no. Lo cual daba lugar a pensamientos sobre gente que, después de mi propia muerte, miraría mis fotografías para hacerse la misma pregunta; como si, de alguna manera, esto ya estuviera ocurriendo en el futuro. Después de la experiencia del 6 de enero con Steve, depuré estas ideas hasta que, hacia 2005, conseguí dar una forma lo suficientemente buena a mi marco filosófico como para exponerlo en Jerusalén en toda su extensión. A medio camino me encontré con aquella cita de Einstein sobre la que la distinción entre pasado, presente y futuro es solo una “obstinada y persistente ilusión” y descubrí que esta postura filosófica recibe el nombre de Eternalismo, y que uno de sus máximos exponentes resulta que era yo mismo. ¿Que qué sentido le doy a todo esto? El de haberse convertido en uno de los principales pilares de mi vida y de mi sistema de creencias.
¿Utilizaste algo del material que habías elaborado para Big Numbers como idea preliminar para Jerusalén?
No, aparte de ambientar un trabajo de cierta extensión en Northampton, cosa que también hice en mi primera novela, La voz del fuego. Big Numbers era un proyecto de cómic, usando efectos de esos que solo son posibles en el cómic; la intención era usar matemáticas fractales, popularmente conocidas como “matemáticas del caos”, como una metáfora útil para explicar el caos aparente en el que ya en aquel entonces empezaban a sumirse las vidas de la gente y las sociedades en general. Jerusalén, por otro lado, es una novela modernista desbordante, que usa efectos típicos de la novela modernista, y cuyo propósito es más que nada hacer un examen de mi familia, del barrio de mi infancia y de mi clase social a través de la lente del Eternalismo, tal y como acabo de describir.
En Unearthing hablas de la convivencia imaginaria (pero, en cierto sentido, también real) entre Steve Moore y Selene. ¿Te inspiraste en esto cuando concebiste Promethea?
Steve y la relación que tuvo con una diosa griega de la luna (todavía tenemos al lado de la cama la miniatura que pintó para encarnarla) han sido, obviamente, fuentes de inspiración importantísimas en mis prácticas mágicas y en mi vida, pero no, no recuerdo que, concretamente en el caso de Promethea, invocase esa inspiración en concreto. Las ideas mágicas que hay en Promethea son simplemente una expresión de la forma que Steve y yo teníamos de ver el mundo a finales de los años 90, con unos cuantos años de experiencia mágica tras nuestras espaldas. De todas formas, yo creo que ya he expresado todo lo que podía haber dicho sobre Steve y la única y maravillosa relación que tuvo en las páginas de prosa que hay en Unearthing.
¿Hay alguna relación entre magia y psicodelia?
Algunas drogas psicodélicas (recomiendo los hongos psilocibes) son una herramienta muy útil para alcanzar los inusuales estados de conciencia en los que la magia se convierte en algo posible, aunque evidentemente no son las únicas herramientas posibles. Yo diría que, con o sin drogas, la magia siempre me ha parecido una experiencia psicodélica si nos atenemos al sentido que le dio a la palabra “psicodélico” Aldous Huxley; es decir: “que revela el alma”. Independientemente de lo que queramos decir con “alma”, yo creo que se puede asegurar que la magia, al darnos acceso a nuestros mundos interiores, es eso precisamente lo que revela con todo su flipante esplendor.
En The Courtyand mencionas una sustancia psicodélica llamada “Aklo”, que también recibe el nombre de DMT-7. ¿Existe alguna relación entre los efectos del “Aklo” y los efectos de la DMT, el principio activo de la ayahuasca?
La idea de The Courtyard era que el “Aklo” era, en realidad, una forma de lenguaje que alteraba la mente y que dicha variante de la DMT era una forma de preparar la mente humana para recibir este devastador vocabulario. He tenido muy poca experiencia con la DMT. La verdad es que la psilocibina me parece mucho más útil y efectiva en relación con la forma personal que tengo de ver la magia. Pero, claro, allá cada cual.
Un equipo del Imperial College de Londres está ahora mismo diseñando un protocolo para el uso prolongado de DMT intravenoso con el fin explorar lo que, bajo sus efectos, se percibe como mundos estables en los que se contacta con otras entidades. ¿Crees que estos tipos de experimentos neurológicos y/o farmacológicos pueden enseñarnos algo útil sobre la conciencia humana?
Bueno, como digo, no sé mucho sobre la DMT. Lo que sí sé es que, con frecuencia, la gente que la usa experimenta alucinaciones con las mismas entidades, lugares y situaciones. Esto me hace pensar, con certeza, que hay algo ahí, más allá de lo que comúnmente pensamos sobre la conciencia, posiblemente algo cercano a mi noción de ideaespacio. A mí me parece que administrar DMT en vena para ampliar la duración de los viajes habituales de diez minutos que proporciona me parece una manera excelente de explorar este territorio mental tan peculiar. Lo que estos experimentos podrían enseñarnos sobre la conciencia humana (posiblemente, que se trata de un fenómeno más grande, extraño y útil de lo que hasta ahora imaginábamos) tendrá que esperar hasta que los resultados se publiquen y que hayan sido apropiadamente analizados, pero la verdad es que los espero con interés.
¿Crees que la experiencia psicodélica nos puede ayudar a entender el lenguaje?
Creo que la experiencia psicodélica nos puede ayudar a entender muchas cosas, incluido el lenguaje. Como hace treinta años, cuando Steve Moore y yo nos encontrábamos investigando sobre la octava esfera cabalística, Hod, la esfera mercurial del intelecto, la ciencia, la magia y el lenguaje, donde se supone que se origina toda forma, tuve lo que entonces tomé por un encuentro con el dios Hermes. Durante el ritual, me encontraba bajo los efectos de la psilocibina, pero Steve no: actuaba como observador, como notario. Le dije a Steve que estaba viendo glóbulos de una sustancia semilíquida plateada reflectante que intuía que era el material etéreo con el que se visten los seres inmateriales, tales como los dioses, con el fin de que podamos percibirlos. Sugerí que tal vez podríamos llamar a esta sustancia “ideoplasma” y, entonces, me di cuenta momentos después de que no era necesario acuñar ningún nuevo término porque lo que estaba viendo era simplemente una representación simbólica del lenguaje en sí mismo. El lenguaje es la sustancia líquida y reflexiva con la que se visten los dioses para revelársenos. Luego me di cuenta de que también podemos decir lo mismo de nosotros y de cualquier otra cosa en nuestro universo material. Si no tenemos una palabra, y por lo tanto, tampoco un concepto, para un objeto o un fenómeno, entonces simplemente no podemos percibirlo y no somos conscientes de ello. Entonces entendí por qué las teorías lingüísticas modernas insisten tanto en que el lenguaje precede a la conciencia, y es que Hod, la esfera del lenguaje, es donde todo esto se origina. Así que sí, creo que la experiencia psicodélica nos puede ayudar a entender el lenguaje.
En Jerusalén, los espíritus viven en un nivel por encima de nuestra tercera dimensión, como la hiperesfera de Planilandia, la novela de Edwin Abbot, un autor al que te has referido de vez en cuando. Otro de tus autores fetiche del siglo XIX, Charles Hinton, creía firmemente en los espíritus y que estos eran la prueba de la existencia de dimensiones más allá de la tercera. Últimamente los fantasmas y los espíritus están muy presentes en tu obra, ¿crees en ellos como Abbot o Hinton? Es decir, como un tipo de hiperformas…
Durante mi encuentro con Asmodeo noté que se plegaba de dentro hacia afuera a través de una dimensión a la que no tenemos acceso, así que, después de eso, empecé a considerar seriamente que todas las entidades transubstanciales pudieran ser, en realidad, formas hiperespaciales, y la verdad es que esto es algo que me sigue pareciendo bastante razonable. En lo que respecta a fantasmas y espíritus, aunque me interesa bastante el armisticio que ciencia y espiritualismo firmaron a principios del siglo XX cuando las ideas sobre la cuarta dimensión parecieron reconciliar brevemente el laboratorio con las sesiones mediúmnicas, todavía no he llegado a ninguna conclusión sobre los fantasmas. Puesto que Steve Moore y yo éramos eternalistas convencidos que creían que nuestras conciencias, al llegar a un punto final en el tiempo, no tienen a otro lugar donde ir más que al momento en que nacieron, la verdad es que no acabábamos de ver dónde encajar a los fantasmas en esta ecuación, aunque siempre intentamos mantener la mente abierta a su existencia. Luego, cuando Steve murió en 2014, fui a su casa con unos amigos unos días después para ver si podíamos averiguar qué es lo que le había pasado. A juzgar por las evidencias materiales, y por el registro de su correo electrónico, dedujimos que, después de las tres de la tarde del viernes, Steve ya no estaba vivo. Acababa de terminar las últimas correcciones a su manuscrito de Selene, se levantó de su escritorio, sufrió un ataque al corazón fatal… por lo visto, la mayoría de los ataques al corazón ocurren durante el acto de levantarse de una silla… y, de acuerdo con lo que dijo el oficial de policía que descubrió el cadáver, a quien le estoy muy agradecido por esta información, no interrumpió su caída golpeándose con ningún mueble y ya estaba muerto cuando su cuerpo dio con la alfombra. Cuando nos quedamos satisfechos de que esto era realmente lo que había ocurrido, informamos de ello a los vecinos de Steve, que tan atentos habían sido con nosotros durante toda esta perturbadora historia. Esto incluía a una vecina, dos puertas más abajo, que había prestado una escalera de mano a la policía para entrar en la casa de Steve el día en que encontraron su cuerpo. Se quedó muy extrañada cuando le contamos lo que sabíamos porque nos dijo que había visto a Steve parado en las proximidades de su casa el domingo por la mañana. Steve le saludó e incluso respondió al comentario que le hizo ella sobre el bonito día que hacía. “Ya lo creo que sí”. Cuando le dijimos que Steve estaba ya muerto el viernes por la tarde, empezó a dudar si realmente era el domingo cuando le había visto, aunque no entendía cómo podía haberse equivocado. Entonces, el vecino que vivía en la casa de al lado, y también la hija de este señor, se acordaron también de haber visto a Steve al lado de su casa en la mañana del domingo. No dudo que dicen la verdad. Y tengo que decir que rondar por ahí durante un par de días después de tu muerte para hacer que el domingo sea el día de tu despedida, precisamente porque justo ese domingo había luna llena, suena como la típica cosa que haría Steve Moore. Esa es la razón porque prefiero no llegar a ninguna conclusión definitiva sobre los fantasmas o sobre lo que estos son realmente, aunque me parece claramente que hay ciertos fenómenos inusuales en juego y que eso de las formas hiperdimensionales me parece una explicación tan buena como cualquier otra.
Retrato de Alan Moore, por Manu Gutiérrez
Retrato de Promethea, por J.H. Williams III
Retrato de Asmodeo, por Alan Moore
Retrato de Selene, por Steve Moore
Versión en inglés de la entrevista.
Si queréis saber más...
Occulture. Alan Moore: Al otro lado del velo.
Con ilustraciones de Manu Gutiérrez. Cómpralo pinchando aquí!
Tengo curiosidad por saber qué opinaría Alan Moore del «Museo de la Novela de la Eterna» de Macedonio Fernández... ¡Mil gracias por la entrevista!